La última entrevista
Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
En la liviana luz de la mañana, Alina Diaconú me contó en un bar de San Telmo que podía hablar por teléfono con Sebreli y consultarle si estaba dispuesto a grabar sus ideas para el largometraje sobre Alberdi. Yo había escrito el guion y estaba en proceso de preproducción.
El día de la grabación, antes de caminar rumbo al departamento de Juan José, me encontré con Alina en El Olmo, el mítico bar de las últimas salidas de Sebreli. Esos paseos citadinos habían ocurrido tiempo atrás, ya que en 2024 casi no caminaba y vivía en el presente ininterrumpido de su departamento.
La habitación estaba apenas iluminada. Afuera, las bocinas y los escapes de los autos pululaban y contribuían a crear una atmósfera espectral. Le pedí a Sebreli que se refiera a Alberdi como intelectual. “Alberdi es poco reconocido hoy porque fue un intelectual y no un político. En segundo lugar porque pasó la mayor parte del tiempo de su vida en Europa. Y tercero porque las costumbres de él eran más las de un parisino que las de un ciudadano porteño”.
Sebreli y una forma particular de ver el mundoSebreli dijo que “Alberdi era de una sexualidad dudosa. No se puede decir más que eso porque no hay argumentos ni pruebas. El sexo en el siglo XIX era algo totalmente ignorado, ocultado. La revista que él sacaba (La Moda) era una revista para mujeres. Ciertos hábitos de él son más tirando a femeninos que masculinos. Y Sarmiento lo insulta llamándolo afeminado. Las cartas de Sarmiento están llenas de esos insultos homofóbicos”.
Más tarde, luego de que habláramos con él y Alina sobre otros aspectos de la obra de Alberdi, Sebreli puso en foco a El crimen de la guerra: “Yo descubrí tardíamente El crimen de la guerra. Considero que es el libro más importante -más que el Facundo- que se escribió en la literatura argentina del siglo XIX. Es hoy un libro olvidado y fue prohibido por Perón porque es un libro antimilitarista, donde incluso hay una crítica al propio San Martín. Es un libro de total actualidad. Alberdi fue un outsider típico. Por eso vivió la mayor parte en París y en Londres. No encontraba interlocutores en la Argentina”.
Alina recordó que Alberdi no había reconocido a su hijo. Entonces se desarrolló un capítulo de la conversación dedicado a pensar en la familia.
Sebreli reconoció que no teníamos elementos para pensar en una psicología del personaje, ya que no hay documentos ni reflexiones que habiliten para una investigación sobre este tema.
Alina quiso saber cuál era su visión global sobre Alberdi. Sebreli dijo: “Alberdi y Sarmiento son los personajes que más me interesan. Yo me identifico más con Alberdi que con Sarmiento. Y esto es así por la vida que llevó Alberdi. Si yo hubiera vivido en su época también me habría ido a París o a Londres”.
Insistí con un asunto del que ya habíamos hablado en otras oportunidades. Quise saber por qué no tenía en la memoria histórica el lugar que tienen Sarmiento, Rosas, Quiroga y otros. Sebreli fue contundente: “Porque está contra la corriente. Fue antinacionalista total. Y Argentina fue por el camino contrario. Todo lo que despreciaba Alberdi es lo que hoy predomina en nuestro país: nacionalismo y militarismo”.
Más tarde, en la fresca noche citadina, la charla animada tomó otra dirección. La mente inquieta de este hombre de 93 años se orientó hacia algunas de sus obsesiones personales: “Mi patria es el universo, aunque viva en Buenos Aires. Por lo menos el universo de Occidente. En ese sentido concuerdo con Borges cuando le preguntaron por su identidad y él dijo que su identidad es Occidente”.
Alina dijo que a Borges le gustaba mucho una frase de Melville: “Soy patriota de los cielos”. Sebreli opinó: “Es extraordinario eso. A mí no me gustaba Borges, pero me interesé por su obra al leer un ensayo corto en el que dice: ´Mi tradición no es Argentina sino Occidente’”.
Le pregunté por qué se definía como un liberal de izquierda. Me dijo que es liberal porque está a favor totalmente de la libertad del individuo. “Y soy de izquierda porque el liberalismo puro se limita a lo económico y yo creo que el liberalismo debe ser fuerte en lo político y en lo social. La palabra izquierda está muy desvalorizada. En ese caso podríamos hablar de un liberalismo social o democrático”.
Alina, inquisitiva, le pidió que expresara su idea de utopía en el presente. Ella afirmó que las utopías del siglo XX están muertas. Sebreli no tardó en responder: “El comunismo está muerto”.
Le pregunté si el liberalismo como utopía estaba muerto, también. Sebreli dijo que sí, que el liberalismo puro está muerto, y que para existir necesita lo político y lo social.
Un poco más tarde, enfático, Juan José se refirió a la idea de comunidad homosexual: “Yo niego la comunidad homosexual. No existe. Hay una cantidad de homosexuales que a mí me resulta rechazante. Y me siento más cercano a muchos heterosexuales de los cuales soy amigo. Los homosexuales se identifican únicamente en un comportamiento sexual. No en las ideas, ni en los partidos, ni en las clases, ni en la cultura”.
Entonces le dije: “Si partimos de estas ideas, en el caso de Alberdi podríamos decir que si hubiera sido homosexual eso no habría sido central para el desarrollo de su pensamiento”.
Sebreli respondió que si hubiera sido homosexual eso no habría sido importante, pero que tal vez lo predisponía hacia una visión más cosmopolita: “El nacionalismo es machista. En ese sentido, Alberdi tenía una disposición al cosmopolitismo”.
Al terminar la grabación Alina le hizo una pregunta sobre su salud. Sebreli no moderó su respuesta, el tono estaba atravesado por un sentido pesimista del mundo.
Habló de la vejez como un proceso ligado a la enfermedad y a la decadencia. Su rostro tenía la sombra lenta y resignada de la entrega. Pensé que Juan José estaba hastiado de la vejez, como si solo esperara el fin, como si lo único que deseara fuera la muerte.
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Fabián Soberón - Director de “Soy Bernabé Aráoz” y de la futura película sobre Alberdi.
Perfil
Juan José Sebreli nació en Buenos Aires en 1930. Colaboró tempranamente en Contorno y Sur. Martínez Estrada, una rebelión inútil (1960) fue su primer libro publicado. Luego aparecería Buenos Aires, vida cotidiana y alienación (1964), la obra que lo instaló definitivamente en el debate cultural argentino. Entre sus libros se destacan Mar del Plata, el ocio represivo (1969), Tercer Mundo, mito burgués (1974), Los deseos imaginarios del peronismo (1983), La saga de los Anchorena (1985), El asedio a la modernidad (1991), El vacilar de las cosas (1994), La era del fútbol (1998), Crítica de las ideas políticas argentinas (2002) y Dios en el laberinto (2016) Recibió el Premio Konex de Platino en 1994 en la categoría “Ensayo filosófico” y volvió a ganarlo diez años después en “Ensayo político”. En 2018 el Senado lo distinguió con el premio Sarmiento. Murió en Buenos Aires, la semana pasada, dos días antes de cumplir 94 años.